Aunque no es raro ver mirlos blancos o parcialmente blancos en los parques de nuestras ciudades, es mas difícil que esto ocurra, _ o por lo menos que nos enteremos _ en campos o zonas rurales, si no es por algún "chivatazo" de un amigo que sabe de nuestra pasión por los pajaros.
Es una suerte el poder ser testigo de su visión por lo poco frecuente y poder disfrutar de ese momento mágico.Esto fue lo que hicimos Rafa Gonzalez y el que os presenta este testimonio fotográfico.
Es una suerte el poder ser testigo de su visión por lo poco frecuente y poder disfrutar de ese momento mágico.Esto fue lo que hicimos Rafa Gonzalez y el que os presenta este testimonio fotográfico.
Conseguimos tomar unas instantáneas que ya nos hubiese gustado mejorar, pero dado el lugar en que se encuentra y los peligros que le acechan por todos los lados _ rapaces, gatos y presencia humana _ preferimos que siguiese tranquilo ocultándose entre los setos y arbustos, al menos por una temporada.
Las posibilidades de supervivencia de estos individuos a largo plazo no son muy grandes _ su plumaje llamativo los hace un blanco fácil para los depredadores como los gavilanes y azores. . . . . , pero también por parte del hombre, ya que hemos tenido conocimiento de intento de captura por parte de algunos desaprensivos de la zona con el animo de meterlo en una jaula.
Mirlo (Turdus merula). Concejo de Oviedo 29/3/2012
Este ejemplar leucístico casi blanco, presenta algunas plumas parcialmente blancas que denotan un desajuste o carencia en la dieta durante su fase de crecimiento, ya que en los ejemplares leucinos las plumas son totalmente blancas o totalmente del color normal del ave.
El leucismo es una alteración genética que impide que la melanina encargada de dar color a las plumas y pico o patas se fije a estas, quedando completamente blancas. Por contrario el albinismo es una falta total de melanina.Una diferencia apreciable se observa en el ojo de los albinos respecto a los leucinos, en los albinos es de color rosa y en los leucinos es de color normal.
"Cuando llegó el momento de mi primera muda, mi padre se fue poniendo pensativo y me miraba atentamente. Mientras que mis plumas fueron cayendo, aún me trató con bastante bondad e incluso me dio de comer al verme tiritar casi desnudo en un rincón; pero tan pronto como mis alas ateridas empezaron a cubrirse de plumón, a cada pluma que veía nacer, entraba en un estado de ira tal que temí que me desplumara para el resto de mis días. Desgraciadamente, yo no tenía espejo; ignoraba la causa de aquel furor, y me preguntaba por qué el mejor de los padres se mostraba tan inhumano conmigo".
Alfred de Musset en el cuento Historia de un mirlo blanco